Pocas mitologías están a la altura de la mesoamericana, un mundo repleto de dioses, guerreros y luchas cósmicas en el que la vida y la muerte se entremezclan en un ciclo inquebrantable. La sangre jugaba un papel central tanto en los rituales religiosos como en el equilibrio de la existencia en sí misma. Este fluido se consideraba una fuerza sagrada que contenía la esencia del universo, de ahí que a veces fluyese desde la cúspide de los templos piramidales o se ofreciese mediante heridas autoinfligidas. El mundo era impredecible y a menudo hostil, por lo que se creía que los sacrificios ayudaban a evitar las catástrofes. ¿Pero por qué estaba tan arraigada la brutalidad a las creencias mesoamericanas? ¿Y qué nos dicen estas historias acerca de las personas que vivieron, lucharon y celebraron rituales en estas tierras? ¡Haz clic para descubrirlo!
No todos los mitos y leyendas mesoamericanos giran en torno a la brutalidad. Pero las civilizaciones que prosperaron en México, Centroamérica y Sudamérica antes de la llegada de los españoles en el siglo XVI solían enfrentarse a peligros que dieron forma a sus creencias y a su modo de vida.
La vida en la Mesoamérica antigua estaba plagada de peligros. La fauna salvaje era una amenaza constante y el mero hecho de cuidar de las cosechas podía acarrear la muerte. Incluso las tormentas y las sequías podían causar estragos y arrasar con los cultivos.
Pero la naturaleza no era la única amenaza. Al igual que los depredadores van tras sus presas, las tribus rivales siempre estaban al acecho preparadas para atacar. Los conflictos eran inevitables, ya que las civilizaciones buscaban expandirse y se peleaban por los territorios, los recursos y el poder, un tira y afloja constante por el dominio de un territorio implacable.
La civilización olmeca, famosa por sus cabezas colosales, sentó las bases de lo que más tarde serían muchas de las prácticas religiosas mesoamericanas. Existió entre el 1200 a. C. y el 400 d. C. y se la considera la primera cultura conocida en lo que hoy en día es México.
Aunque se han perdido muchos de los mitos olmecas, los hallazgos apuntan a que esta civilización ya practicaba rituales primitivos que incluían sangrías (heridas deliberadas para hacer brotar la sangre) realizadas con hojas de obsidiana.
Estas sangrías ritualizadas corrían al cargo de las élites, gobernantes y líderes religiosos. Estas ceremonias solían celebrarse en lugares muy visibles y públicos. Al hacer brotar la sangre, estas figuras ponían de relieve su conexión sagrada con lo divino, lo que les ayudaba a mantener su poder social o político en la comunidad.
Las sangrías consistían en perforar una parte blanda del cuerpo (habitualmente la lengua) y esparcirla o recogerla en un papel amate como el de la imagen. Después este se quemaba y el humo resultante simbolizaba la ascensión de la ofrenda a los dioses.
Unas pocas de las deidades conocidas y veneradas por los olmecas compartían similitudes con otros dioses de mitologías posteriores. Entre ellas se incluyen la serpiente emplumada a la que los mayas se referían como Kukulcán y los aztecas como Quetzalcóatl.
Siglos después de la desaparición de los olmecas, los mayas pasaron a ser la civilización predominante en lo que hoy en día es Belice, Guatemala, Honduras y el sur de México. Esta cultura duró desde el 250 d. C. hasta el 950 d. C. y sus descendientes aún se encuentran en Centroamérica.
Los mayas creían que los humanos se crearon a partir del maíz, su principal cultivo. Su mitología también incluye la famosa historia de la creación conocida como Popol Vuh, en la cual se habla de los innumerables peligros que acechan en el mundo (incluidas las enfermedades, los jaguares y los dioses de la muerte).
El panteón maya contaba con más de 250 deidades, muchas de las cuales estaban sedientas de sangre. Entre las más famosas se encontraban los dioses gemelos, Hunahpú e Ixbalanqué, que se enfrentaron a las fuerzas de la oscuridad y lograron resucitar a su padre del inframundo.
El más allá maya, conocido como Xibalbá, era un lugar aterrador dirigido por deidades como Camazotz (un dios murciélago que bebía sangre) y Cizin (quien portaba un collar hecho de ojos humanos, imagen). Su labor era castigar a los malos tras la muerte.
El formidable dios de la guerra conocido como Buluc Chabtan era el primero al que se veneraba con los sacrificios de prisioneros y civiles. Aunque su destino era sombrío, a los ofrendados en su nombre se los solía describir como receptores de bendiciones divinas en el más allá.
En la Mesoamérica antigua las personas ya eran conscientes de lo importante que era la sangre para el cuerpo humano. Los rituales mayas solían requerir el uso de hojas de obsidiana o de púas de raya para autoinfligirse heridas y ofrecer la sangre a los dioses. De hecho, algunas deidades demandaban estos sacrificios en particular.
Algunos hallazgos sugieren que los sacrificios humanos a gran escala entre los mayas solo empezaron a practicarse en las últimas etapas de su civilización. Estos rituales se celebraban para obtener el favor de los dioses y así ganar una batalla o lograr que lloviese para tener buenas cosechas.
Durante años, los arqueólogos creyeron que los mayas sacrificaban sobre todo a mujeres. Sin embargo, los análisis de ADN recientes realizados en un lugar de sacrificio de Centroamérica han revelado que solo se ofrendaban varones de entre tres y seis años.
El valor de la sangre en los sacrificios no se limitaba únicamente a la de los humanos. Los mayas también sacrificaban animales con frecuencia, entre ellos codornices, pavos, ciervos y jaguares. Las bestias solían verse como el alter ego de los líderes religiosos.
Mucho después de que la civilización maya dejase de existir, el centro de México fue testigo del auge de los aztecas entre el 1345 d. C. y el 1521 d. C. Sus gentes acabaron siendo conquistadas por los colonizadores europeos, quienes vieron las prácticas religiosas indígenas como una barbarie.
Según la mitología azteca, Huitzilopochtli decapitó a su hermana Coyolxauhqui después de que esta intentase asesinar a su madre. Tras lo ocurrido, lanzó su cabeza al cielo y esta se convirtió en la luna. Este violento mito sirvió a los aztecas como excusa para permitir sacrificios rituales.
A los ofrendados se los subía hasta la cúspide de los templos piramidales, desde donde, más cerca de los cielos, se los sacrificaba en honor a ellos. Esto garantizaba el favor divino y el equilibrio cósmico.
Además de su naturaleza religiosa, los sacrificios también ayudaban a los aztecas a mantener una reputación aterradora que amedrentaba a sus enemigos. Las tribus vecinas temían ser capturadas y sacrificadas, lo que prevenía las invasiones.
Algunos expertos creen que esta reputación brutal y salvaje de los aztecas fue lo que en última instancia contribuyó a su ruina, ya que las nuevas de sus costumbres no tardaron en llegar a otros rincones del mundo, haciendo que pasasen a ser el objetivo principal de los colonizadores europeos.
Cuando los conquistadores españoles llegaron a principios del siglo XVI quedaron horrorizados con los sacrificios de sangre mesoamericanos. Impulsados por el fervor religioso y el deseo de control, se propusieron erradicarlos y sustituir las prácticas espirituales indígenas por el cristianismo.
Para desmantelar las tradiciones religiosas mesoamericanas, los colonizadores españoles destruyeron templos, quemaron textos sagrados y forzaron la conversión de los indígenas al catolicismo. Los sacerdotes y gobernantes que en su día dirigieron las sangrías y los sacrificios fueron ejecutados u obligados a adoptar las prácticas religiosas europeas.
Según los estándares modernos, la brutalidad de la mitología mesoamericana puede parecer extrema, pero estaba profundamente ligada a cómo estas civilizaciones interpretaban el mundo. Los rituales y sacrificios reflejaban el inmenso valor que le conferían a la vida humana (sobre todo a la sangre) como fuerza sagrada en una época en la que la supervivencia estaba de todo menos garantizada.
Fuentes: (TheCollector) (National Autonomous University of Mexico) (MexicoHistorico.com) (National Geographic)
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¿Por qué es la sangre algo tan común en la mitología mesoamericana?
Una mirada profunda a la brutalidad que definió a múltiples civilizaciones
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Pocas mitologías están a la altura de la mesoamericana, un mundo repleto de dioses, guerreros y luchas cósmicas en el que la vida y la muerte se entremezclan en un ciclo inquebrantable. La sangre jugaba un papel central tanto en los rituales religiosos como en el equilibrio de la existencia en sí misma. Este fluido se consideraba una fuerza sagrada que contenía la esencia del universo, de ahí que a veces fluyese desde la cúspide de los templos piramidales o se ofreciese mediante heridas autoinfligidas. El mundo era impredecible y a menudo hostil, por lo que se creía que los sacrificios ayudaban a evitar las catástrofes. ¿Pero por qué estaba tan arraigada la brutalidad a las creencias mesoamericanas? ¿Y qué nos dicen estas historias acerca de las personas que vivieron, lucharon y celebraron rituales en estas tierras? ¡Haz clic para descubrirlo!