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La ansiedad puede interferir con el día a día de cualquiera. Los expertos la consideran una gran amenaza para la salud pública, ya que tan solo en Estados Unidos afecta a más de 40 millones de adultos, según datos de la Asociación Estadounidense contra la Ansiedad y la Depresión. Los jóvenes parecen ser particularmente vulnerables si se tiene en cuenta que aquellos de entre 18 y 24 años presentan síntomas de ansiedad o depresión. Los factores como la desigualdad, las redes sociales, la inestabilidad laboral y el cambio climático pueden contribuir a esta tendencia global tan alarmante. Quienes padecen ansiedad pueden sentirse estancados en un círculo vicioso, ya que este trastorno afecta a la claridad, la comunicación y la resolución de problemas. También suele darse el caso de que quienes intentan ayudar acaban diciendo cosas equivocadas que solo empeoran la situación. Si quieres saber cómo evitar este error tan común, ¡haz clic para seguir leyendo!

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Los ataques de pánico o ansiedad pueden dificultar la relajación, sobre todo si es espontánea. Decirle a alguien que se tranquilice puede interpretarse como una reprimenda por no haber logrado hacer algo, lo que puede empeorar la ansiedad.

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Ofrecerle apoyo práctico y específico le demostrará que estás genuinamente interesado en ayudarle. Hacer algo juntos como meditar, pasear o entrenar aliviará los síntomas, ya que aumentará las probabilidades de alcanzar ese estado de relajación que pretendías sugerirle.

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Decir esto no solo invalida los sentimientos de la otra persona, sino que además sugiere que si está así es por decisión propia. La ansiedad no es algo exclusivamente mental, sino que también puede desencadenar síntomas físicos como la sudoración, el hormigueo, las náuseas y la falta de aire.

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Reconocer la existencia de la ansiedad puede hacer que la otra persona se sienta segura. A veces un simple "estoy aquí, lo vamos a lograr" es más que suficiente. Entender las preferencias individuales también es importante. Hay quienes agradecen un abrazo, mientras que otros prefieren que respeten su espacio personal. Ofrecer un té o una manta también puede ayudar.

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Esta frase implica que la ansiedad que la persona está sintiendo es injustificada, lo que puede aumentar aún más la distancia entre ambos en vez de fomentar el apoyo y el entendimiento. Hay que recordar que el pánico, el ir de un lado para otro, etc. no son reacciones conscientes, sino mecanismos de defensa.

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No pasa nada por ser vulnerable y admitir que no entiendes del todo por qué la persona se siente así. Puedes validar su experiencia diciéndole algo como "parece que te sientes muy sobrepasado/a en estos momentos".

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Si una persona está en pleno ataque de pánico o ansiedad, su capacidad de raciocinio se verá comprometida. Su cuerpo habrá activado todos los mecanismos de defensa y le resultará difícil ver las cosas con perspectiva. Si tiene ansiedad crónica, lo más probable es que ya haya puesto en práctica todos los consejos recomendados.

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En lugar de intentar resolver su problema al instante, puedes decirle lo siguiente: "Entiendo que este problema te resulte sobrecogedor. Centrémonos en una pequeña parte ahora y ya lidiaremos con el resto después".

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Las personas que tienen ansiedad suelen sentir que todo les queda grande. Asimismo, lo que para algunos no es nada grave, para otros puede ser un problema. Aunque tu intención sea hacerle ver el lado positivo de las cosas, puede que estés invalidando sus sentimientos sin darte cuenta.

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No invalides su experiencia y refréscale la memoria hablándole de todos los retos que ya ha superado para ayudarle a salir del bucle de pensamientos negativos poco a poco.

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La sensibilidad no es algo malo en sí mismo y la ansiedad suele surgir por factores que escapan al control de la persona. Según el Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos, la genética, los traumas de la infancia y las condiciones médicas como la arritmia cardíaca o los problemas de tiroides pueden aumentar el riesgo de desarrollo de ansiedad.

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Evita etiquetar a la gente. Intenta ser lo más empático posible y reconoce que la ansiedad puede ser difícil de gestionar. Recuérdale a la otra persona que no está sola, ya que se trata de un problema común.

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Ofrecer otra perspectiva puede hacer que la persona se sienta invalidada. Al fin y al cabo, abrirse y compartir sus entresijos mentales es algo que requiere vulnerabilidad. Si siente que no le estás escuchando, puede que deje de acudir a ti en busca de ayuda o consejo.

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Céntrate en entender su perspectiva y pídele que te hable de su situación particular si se siente preparado para ello. Escúchale activamente y hazle preguntas abiertas sobre lo que le preocupa.

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Comparar el sufrimiento no sirve de nada. Las personas ansiosas suelen ser conscientes de los problemas ajenos, lo que solo empeora su frustración y sentimiento de culpa. Invalidar su experiencia no hace que esta desaparezca.

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Evita comparar vuestras situaciones e interésate por su perspectiva. Pregúntale cómo se suele manifestar su ansiedad y asegúrale que no pasa nada por sentirse así.

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Quienes tienen ansiedad intentan pensar en positivo, pero este trastorno se suele llevar su esfuerzo por delante. La sensación de peligro y desasosiego no es algo que el optimismo pueda solucionar fácilmente.

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Pensar excesivamente en algo puede empeorar la ansiedad. Intenta ayudarle a conectar con su entorno y el presente. Escribir un diario, practicar la conciencia plena y hacer ejercicios de respiración son actividades que pueden contribuir a un cambio de perspectiva.

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Si fuese tan fácil, ¿no crees que ya lo habría hecho? Si encima le añades "tan solo" a la frase, la otra persona se sentirá aún peor por no poder hacer algo aparentemente fácil a ojos de los demás.

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Sé paciente y comprensivo. Reconoce que la ansiedad puede ser persistente, pero asegúrale que estás dispuesto a ayudarle a superarla respetando en todo momento su ritmo y sus límites.

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Quienes sufren ansiedad suelen presionarse un montón, por lo que ponerles aún más presión encima no ayuda. Probablemente están agotados de rendir incluso cuando su cuerpo no responde.

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Anímale y elogia el esfuerzo que hace por gestionar su ansiedad. Reconocer qué es lo que la provoca es un gran paso.

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La ansiedad puede ser muy inhabilitante y servir como mecanismo de defensa incluso cuando los miedos de la otra persona puedan parecer desproporcionados a ojos de los demás.

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En lugar de juzgar, interésate por aquello que le provoca esa parálisis sin presionarle. Ofrecerte a guiarle mientras lidia con una tarea que le causa ansiedad puede ser muy útil.

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Ver a un ser querido sufrir no es fácil, por lo que no quieres hacer nada que pueda empeorar la situación. Sin embargo, intenta no tomártelo como algo personal. Si la otra persona está pasando por un mal momento, no va a poder tranquilizarte (y se sentirá peor por ello).

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Asegúrale que estás ahí para apoyarle aunque solo quiera espacio. No le fuerces a analizar la raíz del problema, sobre todo si los síntomas empeoran.

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Recurrir a las distracciones rápidas como la televisión, los videojuegos o incluso las sustancias adictivas puede parecer una solución rápida, pero a la larga ignorar el problema solo hará que la ansiedad empeore (sobre todo si se desarrolla una adicción).

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Aislarse puede empeorar los síntomas, así que ofrécete a quedar a solas con la otra persona o proponle actividades que le ayuden a reconectar con el presente, como salir a pasear, ir a un museo o escuchar música juntos.

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Si crees que la ansiedad de un ser querido se está convirtiendo en un problema, anímale a ir al médico o al psicólogo. Puedes ofrecerte a pedirle cita o a investigar las opciones disponibles.

Fuentes: (Anxiety & Depression Association of America) (The Guardian) (Johns Hopkins Hospital) (Psychology Today) (Business Insider) (HuffPost) (Mind.org.uk)

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